¿Qué carnes son más saludables?

carnes más sanas

La carne, en general, es un alimento completo incluido en lo que se considera una dieta equilibrada. Somos “carnívoros” (salvo opciones personales) porque el ser humano encuentra en la carne una de las principales fuentes de las que obtener las proteínas, grasas y micronutrientes que su organismo necesita para desarrollarse y mantenerse en buen estado.

Tradicionalmente, las carnes se dividen en dos grupos: las carnes rojas, procedentes de animales como la ternera, el buey, el cerdo (algunas piezas) y de la caza (corzo, jabalí, pichón…) y las blancas: pollo, pavo y conejo.

Ambos grupos tienen en común su elevado contenido en proteínas de alta calidad (que aportan aminoácidos esenciales) y se diferencian principalmente en la mayor presencia de mioglobina y hierro, en las rojas, así como en su nivel de lípidos, es decir, en la cantidad de grasas que aportan, también superior en las rojas.

Las “carnes buenas” y las “ carnes malas”

La idea extendida de que las blancas son las “buenas” y las rojas las “malas” es un tópico que no responde a la realidad. El contenido, no solo de cada tipo de carne, sino de cada pieza, es diferente y aporta sustancias específicas que pueden resultar beneficiosas, o no tanto, según las características y necesidades de cada persona. Dependiendo de la edad, la complexión, la actividad física desempeñada, o las dolencias que pueden afectar a cada individuo, unas carnes son más recomendables y, por tanto, más saludable, que otras. Por ejemplo:

  • Una persona adulta, sana y que desarrolle una actividad física media - alta puede perfectamente alternar en su alimentación el consumo de carnes blancas y rojas, optando preferentemente por piezas de carne magras, aquellas que proporcionan todas las proteínas y un mínimo de grasas.
  • En dietas de adelgazamiento, cuyo objetivo es combatir problemas de sobrepeso u obesidad, la presencia de carnes rojas debe ser una excepción, dado su mayor aporte calórico y el alto nivel de lípidos.
  • En cambio, el consumo de carne roja (siempre moderado) está indicado en casos de déficits nutricionales (anemia por falta de hierro). Niños en edad de crecimiento, personas mayores, mujeres embarazadas o lactantes son algunos de los grupos en cuya alimentación debe estar incluida.
  • Cuando existen enfermedades cardiovasculares y elevados índices de colesterol (malo) en sangre, las carnes blancas son las más saludables. Las grasas saturadas que aportan las rojas pueden resultar realmente perjudiciales.
  • La composición en cuanto a vitaminas y minerales también es importante a la hora de considerar una carne más o menos sana.  Hierro, potasio, fósforo, zinc… según nuestras necesidades nutricionales una carne es más recomendable que otra. Hay que prestar especial atención al contenido en sodio si por problemas de hipertensión  está recomendada una dieta hiposódica (baja en sal). Algunas piezas del “denostado” cerdo pueden ser recomendables porque aportan menos cantidad de sodio que el pollo o el pavo. En estos casos, las carnes procesadas como los embutidos... ¡fuera!

  • Ante la presencia elevada de ácido úrico (gota), las carnes rojas no resultan saludables y deben suprimirse.

como elegir la mejor carne

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Cómo elegir las carnes más sanas

Atendiendo a las propiedades y composición de los distintos tipos de carne, los nutricionistas coinciden en que el consumo de las blancas debe primar frente al de las rojas. Filetes, chuletones y entrecots han de ser siempre una excepción y no la base de una alimentación que pretenda ser saludable.

Además, opta siempre por cortes magros, es decir aquellos que tienen menos grasa, por ejemplo:

  • Ternera: solomillo y lomo.
  • Cerdo: lomo (puedes retirar fácilmente la grasa que recubre la pieza).
  • Pollo y pavo: pechuga y muslo, mejor sin piel.
  • Cordero: paletilla de lechal.
  • Conejo: cualquier pieza dado su mínimo contenido graso.

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Respecto a los embutidos y preparados cárnicos, su consumo debe ser esporádico. Muchos de estos productos contienen grandes cantidades de grasas saturadas (incluso grasas trans), sal añadida y otros aditivos de los que nunca conviene abusar.

Para aprovechar al máximo todos los beneficios que te proporcionan las proteínas, vitaminas y minerales de la carne, adquiere siempre carne de calidad, que cuente con todas las garantías sanitarias.

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