Algunos consideran la carne roja como la causa de muchos de los males y enfermedades de la sociedad desarrollada del siglo XXI y otros defienden las propiedades beneficiosas de este alimento, que, seguramente, fue de los primeros que empezó a consumir el ser humano hace miles de años.
La carne procedente de la caza (perdiz, pichón, faisán, corzo, jabalí…), de la vaca, la cabra, el toro, el buey (vísceras incluidas), el cerdo y el cordero (dependiendo de la edad del animal y de la pieza de la que se trate) son las principales carnes consideradas rojas.
¿Qué contiene la carne roja?
Ricas en nutrientes y capaces de aportar al organismo elevados índices de proteína de alto valor biológico, son, en principio, carnes saludables. Los expertos coinciden en que es su consumo excesivo lo que puede resultar perjudicial.
- Mioglobina: esta proteína, que se encuentra en el tejido muscular, es la responsable del color característico de este tipo de carne.
- Proteína completa: aquella que incluye todos los aminoácidos esenciales, indispensable para la formación y el buen funcionamiento de nuestros músculos.
- Concentraciones importantes de hierro (de fácil absorción) y zinc.
- Vitaminas: especialmente del grupo B: vitamina B1, vitamina B3, vitamina B6 y vitamina B12, necesarias para el mantener en buen estado del sistema nervioso e inmunitario.
- Lípidos: entre los que predominan las grasas saturadas.
- Prurinas: sustancias procedentes del metabolismo de la proteína que se transforman en ácido úrico.
Por supuesto, las proporciones, en esta composición general, varían según el tipo concreto de carne y la pieza de la que se trate (más o menos magra). Para hacerte una idea, un buen filete/ chuletón de vacuno aporta de media por cada 100 gramos:
- Kilocalorías: 108 – 197.
- Proteínas: 16 – 22 gramos.
- Carbohidratos: 0 gramos.
- Grasas: 1,8 – 2,8 gramos.
- Hierro: 1,2 – 2,3 miligramos.
- Vitamina B12: 1 – 2 miligramos.
- Colesterol: 90 – 120 miligramos
Pros y contras de la carne roja
Es la composición de las distintas carnes rojas lo que hace que tenga excelentes propiedades nutricionales pero también algún peligro derivado de su ingesta excesiva en detrimento de otro tipo de alimentos (vegetales).
La proteína que aporta es fundamental para el desarrollo y el buen estado de nuestros músculos. Salvo que exista algún tipo de contraindicación médica, la carne roja debe formar parte de la alimentación de los niños, en pleno crecimiento; de las personas mayores, con tendencia a la pérdida de masa muscular; y de aquellos que practican deporte o desarrollan una actividad física importante.
También sus vitaminas y minerales, en especial el hierro de fácil absorción, convierten a estas carnes rojas en ingredientes clave para evitar problemas de desnutrición, fatiga y anemias, entre otros.
Tomados con moderación, los lípidos que aporta la carne roja contribuyen a proporcionar la energía que el organismo necesita, por lo que no deben considerarse, en principio, perjudiciales. Lógicamente, cuando existen problemas de sobrepeso u obesidad (exceso de energía no consumida) estas grasas no son el mejor aliado.
El principal peligro de este tipo de carnes es que muchas de esas grasas son triglicéridos y ácidos grasos saturados, los menos saludables porque inciden directamente en el aumento del colesterol en sangre. Ante dolencias cardiovasculares, es preferible suprimir la carne roja de la dieta y optar por las carnes blancas (pollo, pavo y conejo).
Cómo incluir la carne roja en una alimentación equilibrada
Salvo que exista una decisión personal (dieta vegetariana o vegana) o necesidades de salud, la carne roja puede formar parte de una alimentación equilibrada. Siempre es preferible elegir carnes magras, aquellas que mantienen todas las propiedades beneficiosas de la carne pero niveles mínimos de grasa.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que el consumo de carne roja no debe superar los 500 gramos semanales (no más de 70 gramos al día). Aunque pueda parecer más que suficiente, no hay que olvidar que en estas cifras están incluidos, también, otros alimentos procesados o embutidos.
Entre las recomendaciones para un consumo saludable de este tipo de alimentos, es importante incluir la forma de cocinarlos. Siempre es mejor hacerlos a la plancha, sin salsas que aumenten la ingesta de grasas, y acompañados de guarniciones vegetales que aporten el equilibrio necesario, ayudando a la digestión.