Unas cañas de aperitivo, un poco de vino en la cena, un licor con el café y una copa para terminar la velada… el alcohol engorda y mucho, así que, empieza a sumar las calorías que podrías llevar acumuladas siguiendo el plan que te acabamos de proponer.
Cualquier dieta de adelgazamiento elimina de manera radical el alcohol de sus menús porque es cierto que su aporte calórico es muy elevado. Un gramo de alcohol supone 7 kilocalorías. Basta echar números para saber cuántas te aporta cada consumición. Ten en cuenta que los carbohidratos y las proteínas implican la ingesta de 4 kcal. por gramo, así que, un “copazo” puede llegar a engordar más que una buena hamburguesa o un plato de pasta.
Causas de que el alcohol engorde
La graduación indica el contenido de alcohol en las distintas bebidas. Por ejemplo, el de una cerveza suele ser de unos 5º y el de una ginebra ronda los 45º. Solo tienes que multiplicar para sorprenderte con las calorías que tienen los combinados más consumidos sobre todo, teniendo en cuenta que, en ellos, a las calorías del alcohol hay que sumar la de los refrescos, con gas y azúcares, con las que suelen acompañarse.
Para que te hagas una idea, de la ingesta calórica que suponen 100 ml (un vaso pequeño) de distintas bebidas, echa un vistazo a la siguiente lista:
- Cerveza: 45 kcal
- Vino: 80 kcal
- Sidra: 40 kcal
- Whisky, brandy, coñac: 244 kcl
- Anís o licores afrutados: 297 kcal
- Vodka: 300 kcal
- Ron: 305 kcal
Hay que insistir en que muchas de estas bebidas van acompañadas del contenido de un bote de refresco de cola, naranja, limón o tónica que suma otras 70 – 90 kilocalorías. Dos o tres copas pueden suponer ingerir la mitad de las calorías que necesitas al día.
¿Cómo actúa el alcohol en el organismo?
No es solo el número de calorías del alcohol lo que hace que su ingesta abusiva sea totalmente incompatible con una dieta que pretenda cuidar la figura. También, la forma en la que actúa en nuestro organismo hace que anule los resultados de cualquier esfuerzo encaminado a perder peso.
El alcohol es energía pura, “combustible” que nuestro cuerpo va intentar quemar lo antes posible por dos motivos:
1. Es energía directa, la que tiene más a mano.
2. Lo considera un tóxico del que debe deshacerse rápidamente.
Cuando tomamos una copa, el alcohol llega al estómago y al intestino y se inicia la digestión. En este proceso, las distintas enzimas lo descomponen en sustancias diversas, principalmente ácido acetadehído, principal causante de la resaca, y ácido acético, rico en calorías. Nuestro organismo, que es una máquina casi perfecta, tira de la energía inmediata que le proporciona el alcohol interrumpiendo, temporalmente, la oxidación de las grasas e hidratos que tenemos de reserva.
Esto quiere decir que cuando ingerimos alcohol, nuestro metabolismo solo se centra en gastar la energía que éste proporciona, sin tocar nuestros depósitos de lípidos y glucógeno. La consecuencia es clara. Un exceso de alcohol hace engordar porque los depósitos grasos, que ya tenemos, permanecen inalterables y, por si fuera poco, la energía del alcohol que no gastamos contribuye a incrementarlos. Son tantas las calorías inmediatas del alcohol que es muy difícil gastarlas, por lo que, se añaden a las reservas energéticas y sumamos kilos.
Por otra parte, los nutricionistas insisten en que muchas de esas calorías son vacías, es decir, carecen de nutrientes. No ocurre con todas las bebidas alcohólicas porque la cerveza o el vino, siempre con moderación, aportan beneficios en forma de antioxidantes (vino) o ácido fólico (cerveza), pero, sobre todo, las de alta graduación no aportan nada, salvo energía que convendría gastar para no engordar. Ya sabes, si tomas una copa por la noche, aprovecha para bailar un buen rato para no acostarte repleta de calorías vacías.