Una de las primeras cosas que miramos cuando estamos haciendo la compra en la tienda, después del precio del producto y la etiqueta, es su fecha de caducidad. Y es que todos hemos pasado por esa mala experiencia de tener que tirar algún alimento sin ni siquiera abrirlo, por haberlo dejado demasiado tiempo en la nevera y haberse cumplido su fecha de caducidad. Es importante tener en cuenta este dato, porque a pesar de la incredulidad de mucho, comer productos caducados puede poner en riesgo nuestro organismo, así que estaremos atentos a dicha fecha.
Pero en muchos productos también encontramos otra fecha diferente, la de consumo preferente, que algunos incluso confunden con la propia fecha de caducidad. ¿Son lo mismo? Ni mucho menos. Desde luego, la fecha de caducidad suele ser más importante porque marca el límite el que un alimento puede ser consumido sin que eso implique un riesgo para nuestro cuerpo. La fecha de consumo preferente es siempre anterior, y marca el momento en el que ese producto debería ser consumido, porque después de ese momento podría perder sus propiedades y no ofrecer exactamente lo que promete en cuanto a sabor, textura, olor o nutrientes, por ejemplo.
¿Qué diferencias hay entre la fecha de caducidad o la de consumo preferente?
La principal diferencia entre ambas fechas, por tanto, es la de aclarar hasta qué momento ese alimento nos ofrecerá todas sus mejores condiciones, y a partir del cual no deberíamos tomarlo. Por ejemplo, en el caso de un zumo, la fecha de consumo preferente puede ser tres días después de su compra, mientras que la de caducidad se iría a varias semanas después. Marcaríamos por tanto una diferente importante entre estos dos conceptos, dejándonos guiar por el primero para no tener que llegar al punto del segundo. Si nos guiamos por la fecha de consumo preferente, la calidad del producto estará intacta.
Todos, sin embargo, solemos dar más importancia a la fecha de caducidad porque en muchas ocasiones, compramos a varios días vista, y no hay tiempo material de comer todo lo que se compra a la vez, en su fecha de consumo preferente. Como tampoco podemos hacer la compra todos los días, tendremos que apretar un poco más en ciertos productos, que a pesar de perder algo de sabor o textura después de su fecha de consumo preferente, siguen siendo totalmente aptos. Así ocurre, por ejemplo, con las legumbres, las pastas o las bebidas con baja gradación alcohólica, que no suelen estropearse demasiado rápido.
Evidentemente, todo esto lo estamos contando con la certeza de que estos alimentos estarán bien guardados y se mantendrán en perfecto estado en una nevera o en la despensa, en unas condiciones óptimas para su conservación. Dejar la leche abierta fuera de la nevera, o incluso los huevos o las salsas, que suelen estropearse muy rápido a temperatura ambiente, es un error descomunal que nos puede traer muchos problemas. De ahí la importancia también de catar antes los alimentos para comprobar si, a pesar de que su fecha de caducidad todavía no ha llegado, son aptos para el consumo. Nuestro gusto será el mejor juez en este sentido.
Concluimos así que la fecha de caducidad debe ser un límite al que no deberíamos llegar, porque el estado de la calidad del producto para ese momento será ya mucho peor que cuando lo compramos. Trataremos de consumir cualquier alimento antes de la fecha de consumo preferente que aparece en los envases, para así aprovechar no solo el sabor y la textura, sino también todos los beneficios de nutrientes y demás que dichos alimentos nos ofrecen cuando están en perfectas condiciones.