¿En qué se diferencia el caldo casero de los caldos industriales?

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El trabajo y la falta de tiempo nos lleva a consumir, en ocasiones, muchos más productos artificiales de los que desearíamos. Si vas a hacer un arroz o quieres preparar una sopa en pleno invierno, te interesará saber en qué se diferencia el caldo casero de los caldos industriales. ¡Sigue leyendo!

Principales diferencias entre un caldo casero y uno envasado

Elaborar un caldo en casa es una tarea muy sencilla y, sin lugar a dudas, es la opción más saludable. Para preparar un caldo casero tan sólo tienes que disponer de una olla, unos litros de agua, vegetales, y algún trozo o hueso de carne o pescado para darle más sabor.

Además de emplear muy poco tiempo en su elaboración, preparar un caldo casero nos permite aprovechar muchas de las verduras que van quedando olvidadas en el fondo de la nevera, por lo que preparar un caldo casero cuesta poco dinero.

Sin embargo, los quehaceres del día a día no nos hacen disponer de tiempo suficiente para meternos entre fogones y preparar un delicioso y saludable caldo casero y optamos, sin embargo, por comprar ese brick de caldo tan llamativo que venden en el supermercado. Pero ¿conoces las principales diferencias entre un caldo casero y un caldo industrial? Te las contamos, a continuación:

1. El caldo industrial es un producto pasteurizado

Para que pueda permanecer en el supermercado o en nuestra despensa durante varias semanas o meses, los fabricantes de caldos industriales deben someter este producto a un proceso de pasteurización. De esta forma, se aseguran que el producto se mantendrá en perfecta condiciones hasta que llegue al consumidor final. Eso sí, una vez abierto el brick de caldo, no debería permanecer más de cuatro días seguidos en la nevera.

2. El caldo industrial lleva mucha sal

Al analizar la composición de los principales caldos envasados que se pueden comprar en el supermercado, la composición de estos productos suele ser básicamente agua con sal. De hecho, se calcula que alrededor de 250 ml de uno de estos caldos industriales aporta más del 40% de la cantidad diaria recomendada de sal.


Esto quiere decir que, las personas que padecen hipertensión u otras enfermedades del sistema cardiovascular, no deberían incluir este tipo de alimento artificial en su dieta diaria o, en su defecto, limitar al máximo su consumo.

A día de hoy, también es posible encontrar caldos caseros que tienen un bajo contenido en sal y cuya dosis de sodio es bastante menos elevada que la de los caldos industriales convencionales.

3. El caldo industrial sale más caro

El precio medio de un litro de caldo industrial se sitúa en torno a los tres euros de media, pero podemos encontrar caldos envasados que pueden costar hasta seis y siete euros, dependiendo de la marca.

Sin embargo, para elaborar un litro de caldo casero tan sólo hace falta un litro de agua, y unas cuantas verduras o huesos de carne para darle una mayor consistencia y más sabor al alimento, por lo que el caldo casero sale mucho más económico que cualquier caldo industrial que se pueda comprar en el supermercado.

4. El caldo industrial contiene aditivos y grasas saturadas

Casi todos los caldos industriales y sopas instantáneas, especialmente los que van en formato pastilla o cubito, contienen glutamato, un aditivo cuya misión es la de potenciar el sabor del caldo. Sin embargo, este aditivo no debería ser el sustitutivo de los ingredientes frescos y naturales con los que se prepara el caldo casero, como son las hortalizas, la carne o el pescado.

Además, los caldos industriales contienen también grasas saturadas muy perjudiciales para la salud, y que desequilibran una dieta saludable. Por ello, no son una opción recomendable para aquellas personas que quieren adelgazar.

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