¿Qué son las grasas saturadas?

Cuando hablamos de alimentación podemos dividir las grasas en saturadas e insaturadas, o lo que es lo mismo en grasas malas y grasas buenas. Hoy nos vamos a centrar en las grasas saturadas, que junto a las grasas trans se encuadran entre las denominadas grasas malas. No hace falta ser un lince para darnos cuenta de que las grasas saturadas son perjudiciales para nuestra salud, y deberíamos mantenerlas fuera de nuestra dieta siempre que sea posible. Eso sí, un consumo esporádico no tiene por qué ser excesivamente dañino para nuestro organismo.

En cambio, un consumo regular de alimentos ricos en grasas saturadas puede tener efectos muy perjudiciales para la salud. Su exceso es una de las razones que explican niveles altos de colesterol LDL -colesterol malo-, convirtiéndose así en un factor de riesgo a la hora de sufrir problemas de corazón. Su ausencia en la dieta nos evitaría enfermedades cardíacas. Además, las grasas saturadas tienen muchas calorías, y un consumo regular nos provocará un aumento de peso, en especial en la zona del abdomen.

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Cuando comemos alimentos que contienen estas grasas saturadas el organismo las guarda como energía de reserva, pero son el último recurso. Solo las emplea después de haber agotado las reservas de hidratos de carbono, por lo que quemarlas es muy difícil. Por si fuera poco, su efecto saciante es escaso; menor que el de los hidratos de carbono. El efecto es más bien el contrario, nos invitan a comer más por lo que esta acumulación de grasas es todavía más importante. Por todo esto es tan importante evitar las grasas saturadas.

¿Qué alimentos son ricos en grasas saturadas?

Por norma general las grasas saturadas proceden del reino animal, con la excepción del pescado graso, que nos aporta grasas saludables para el organismo. La manteca de cerdo y las carnes de vaca, pollo, cordero o cerdo y los embutidos son ricos en este tipo de grasa, aunque deberían formar parte de una dieta equilibrada. Por eso, para reducir la presencia de grasas saturadas, es recomendable comerlos dos o tres veces a la semana, en cortes limpios de unos 150 o 170 gramos y, muy importante, sin piel ni grasas.


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Algo parecido nos pasa con los lácteos. Son un alimento imprescindible en nuestra dieta, ricos en proteínas, vitaminas o minerales; pero la leche, el yogur, el queso, la mantequilla, la margarina, el chocolate o el helado suponen una aportación considerable de grasas saturadas. Para evitarlas conviene decantarse por lácteos bajos en grasa, que al tener menos grasas saturadas nos evitarán que suba el colesterol y nos aportarán muchas menos calorías.

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Más allá de los alimentos, la preparación de la comida también nos puede ayudar a evitar y quemar las grasas saturadas. Los aceites vegetales, como el aceite de coco o el aceite de palma, son también ricos en grasas saturadas; así que siempre es mejor decantarse por aceites de oliva, canola o cártamos, cuyas grasas son insaturadas y te ayudarán a reducir el colesterol, mejorando tu salud cardíaca. Más allá de utilizarlos en casa, estos aceites ricos en grasas saturadas están presentes en los productos de bollería industrial o los aperitivos salados.

Entonces ¿qué es mejor el aceite animal o vegetal?

Las grasas trans, peores que las grasas saturadas

Seguro que alguna vez has oído hablar de las grasas trans, que también son muy peligrosas. Son unas grasas que originariamente eran insaturadas pero que al pasar por procesos industriales como la hidrogenación su configuración cambia y se convierten en grasas saturadas. Los alimentos fritos, las comidas precocinadas, snacks y productos horneados como bizcochos, galletas o bollos son el mejor ejemplo de estas peligrosas grasas. Los efectos de las grasa trans son incluso peores que los de las grasas saturadas, ya que aumentan más el colesterol, reduciendo en HDL -colesterol bueno- y aumentan el riesgo de enfermedad cardíaca o coronaria.

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Grasas trans