Una dieta alcalina es aquella que incluye en sus distintos menús una mayor cantidad de alimentos alcalinizantes reduciendo (o eliminando) aquellos que aportan mayor acidez al organismo. Su objetivo es mantener el pH de los distintos fluidos corporales equilibrado. Nuestro pH sanguíneo debe oscilar entre el 7,35 y el 7,45 y es importante, que mantenga esos niveles porque de ello depende nuestra salud y bienestar.

¿Por qué seguir una dieta alcalina?

No se trata de una dieta restrictiva en cuanto a cantidades, pero sí respecto a lo que conviene o no ingerir. Los minerales (electrolitos como el calcio, potasio, sodio o magnesio) y su presencia en una proporción adecuada en nuestro organismo, son los responsables de que el metabolismo celular funcione correctamente manteniendo en niveles aceptables los ácidos de nuestra sangre, sudor u orina.

Un pH inferior a 7 (la escala va del 0 al 14 y el 7 indica un pH neutro) puede suponer un aviso de que algo no anda bien y de que corremos el riesgo de sufrir acidosis.

Un índice elevado de ácidos puede derivar en dolencias diversas, algunas graves. En estos casos, optar por una dieta alcalina, rica en alimentos capaces de neutralizar la acción de esos ácidos, resulta imprescindible.

Entre los alimentos básicos alcalinos destacan: las frutas frescas, las hortalizas y verduras de hoja verde y los germinados como la soja. Los productos elaborados, los embutidos o las harinas procesadas quedan excluídas.

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Prevenir y curar con la dieta alcalina

Devolver al pH su equilibrio es el objetivo de esta dieta que puede resultar muy efectiva a la hora de prevenir y curar determinadas dolencias en las que, con frecuencia, deriva la acidosis.

• Cuidar músculos y huesos. La dieta alcalina aporta las sales minerales que necesitamos para mantener los ácidos bajo control. Si faltan estos minerales, el organismo, en su lucha contra la acidez, los buscará en nuestros huesos y tejidos orgánicos, pudiendo llegar a obtenerlos de donde “no debe”, sin tener en cuenta que así puede provocar daños como la osteoporosis o la fatiga muscular.

• Hipertensión bajo control. Muchos de los alimento prohibidos en esta dieta, lo están por su elevado contenido en sodio (sal), es por eso que la dieta alcalina está especialmente indicada en casos en los que la excesiva presencia de este electrolito resulta perjudicial. La sal obstruye venas y arterias provocando un aumento de la tensión sanguínea.

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• Alivio de la inflamación y de dolores crónicos. La dieta alcalina no solo reduce la tensión arterial sino que mejora el bienestar general reduciendo el riesgo de padecer cualquier proceso inflamatorio. Con ella, las dolencias relacionadas con el aparato digestivo (acidez, gastritis, reflujo, ect.) mejoran notablemente.

• Prevención de carencias de determinados minerales y vitaminas (especialmente magnesio y vitamina D). Un pH alcalino y equilibrado es fundamental para que el organismo absorba correctamente los macro y micronutrientes que necesita para su correcto funcionamiento.

• Ayuda al sistema inmunitario. Que nuestro organismo pueda defenderse de los agentes patológicos depende, en gran medida, de nuestro sistema inmunitario, que solo actuará de manera efectiva si nuestras células reciben aminoácidos esenciales, oxígeno, vitaminas y minerales en las proporciones correctas. Una dieta alcalina contribuye a prevenir múltiples enfermedades entre ellas, el cáncer.

• Kilos extra bajo control. No hay que olvidar que las frutas, las hortalizas y las verduras de hoja verde, ricas en fibra, son la base de esta dieta que excluye alimentos procesados, alcohol o bebidas carbonatadas, algo que siempre ayuda a limitar la ingesta de calorías “vacías”.

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Al igual que cualquier otra dieta, siempre va acompañada de hábitos saludables. Para que la dieta alcalina resulte efectiva, un poco de ejercicio y evitar malas costumbres como fumar o excederse con el alcohol y la comida procesada siempre es garantía de salud y bienestar.